lunes 25 de marzo de 2024

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Maradona, del trono en Rosario a la silla de playa en el Mundialista

Se lo recibió con respeto pero sin reverencias exageradas. Aldosivi le entregó una camiseta. El DT de Gimnasia agradeció el reconocimiento del público

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Un puñado de hinchas de Aldosivi asomaba colgado en lo alto del pasillo norte que vincula a los vestuarios con el césped del Estadio José María Minella. Por allí, a paso lento como su físico le impone hace tiempo, apareció Diego Armando Maradona.

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Brazo en alto, saludo a la hinchada de Gimnasia y Esgrima de La Plata que todavía tenía una presencia raleada en la Popular Norte, más golpes en el pecho para ratificar su cariño para ellos y giro hacia la platea cubierta para repartir besos. Entonces ya para todos los que lo vivaban y gritaban, ya no como técnico visitante como ídolo del fútbol.

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Antes, en zona mixta, había recibido el reconocimiento particular del Club Atlético Aldosivi, que le entregó una camiseta de la institución con el número 10 en la espalda. Se la dio en mano el presidente de la entidad, José Moscuzza, que a cambio le pidió la firma en otra casaca que quedará como recuerdo en la sede del Puerto.

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Lejos de homenajes que alteraran el desarrollo de la previa del partido, Aldosivi prefirió reservar esos gestos puertas adentro. Quizás para evitar también el impacto que pueda tener en los jugadores propios. Vale recordar lo que ocurrió en Rosario, donde en campo de juego se le entregaron distinciones, hubo discursos y todo el estadio demostró su devoción por Maradona. Noventa minutos después, lamentaba una goleada por 4 a 0, la victoria más abultada que Gimnasia haya logrado en este torneo.

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Allá, en cancha de Newells, fueron al extremo: prepararon un sillón con aires de trono para que el técnico del equipo platense se sintiera como un rey. Aquí las reverencias fueron mínimas y a la hora del juego, Maradona debió resignarse al clásico banco de suplentes del Mundialista que mantiene butacas renovadas pero similares a las del Mundial 78, cuando tuvo su inauguración internacional.

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Por si fuera poco, la disposición del lugar reservado para entrenador y relevos tiene asientos casi a nivel de campo de juego, por lo que dificulta ver con claridad lo que ocurre sobre el lateral opuesto. De hecho, quien se haya sentado allí sabe que por la cobertura del terreno no se ven las piernas de los jugadores que van por aquel carril que da a la platea descubierta.

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Incómodo, Maradona pidió una silla y le llevaron una de plástico, similar a las se usan en playa y quinchos. Con él se fue todo su cuerpo técnico y también suplentes. La hilera se dispuso a dos metros de la línea lateral. Solo Sebastián Méndez supo permanecer de pie, para dar órdenes a los suyos.

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Diego se levantó solo para celebrar los goles, abrazarse a sus colaboradores y a algunos de sus jugadores. Dio algunas indicaciones desde su lugar y en otras pidió a Méndez que se acerque para comentarle algún ajuste necesario.

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En el segundo tiempo volvió a ponerse de pie para arrimarse a la línea de cal, llamar a Ayala y encomendarle un cuidado y marca de Bertoglio, que si bien no generó grandes situaciones, era motivo de preocupación.

Fotos: Juan Mathías

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