En las imágenes se observa al ladrón actuar con mucha tranquilidad. Ingresó al local, exhibió un arma en la cintura y le pidió la recaudación a la cajera quien, al ver el revólver, le entregó el dinero.
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La secuencia duró pocos segundos. El ladrón permaneció inmutable, como si fuera el más paciente de los clientes. Con la cara cubierta por el barbijo y el revólver escondido entre la ropa, logró su cometido y huyó sin inconvenientes.
"Estaba en una moto negra", indicó la encargada del kiosco, shockeada, con la impotencia de haber sufrido el robo de toda la recaudación a plena luz del día.