miércoles 6 de diciembre de 2023

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100 clubes de barrio

"Qué elegancia la de Francia... Santo y el City", una historia de 100 clubes de barrio

La columna dominical en Ahora Mar del Plata de los Profesores de Historia, Eduardo Ferrer y Sebastián Ramirez.

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Por los Profesores Eduardo Ferrer y Sebastián Ramirez

Los clubes sociales y deportivos portan consigo una pluralidad de historias, desde las asociadas a aspectos estrictamente atléticos, hasta aquellas que se vinculan con el encuentro familiar y vecinal. En esos amplios márgenes sucedieron anécdotas coloridas que, incluso, escapan a esas circunstancias.

Ubicados en la mitad exacta de la década del 50, cuando el corte tasa y flequillo comenzó a cobrar popularidad al compás de un rock experimental que aún no hacía pie, en Mar del Plata algunos adelantados ya intentaban con modas precursoras. Un puñado de años después, Leslie Cavendish aceptaría comenzar a cortarle el pelo a un jovensísimo Paul McCartney, iniciando la era de la moda beatle.

Apenas pasadas unas cuadras de la avenida Juan B. Justo, en dirección al sur, donde Independencia troca su denominación por Jacinto Peralta Ramos, estaba la popular peluquería de “Néstor y Eduardo”, tal cual la conocían los vecinos. El segundo de ellos, de apellido Quindimil fue el primer propietario del salón, además de ser quien cultivó la idea de brindar el espacio para una entidad deportiva.

Fue un 12 de mayo de 1956 cuando el Club Atlético City fundó su trayectoria, un camino que se extendió por más de quince años, con importantes lauros deportivos. Participante habitual de los campeonatos de la Liga El Martillo y de los torneos nocturnos de la “Agrupación Quilmeña”, en 1961 fue subcampeón de este último al caer derrotado con el Deportivo Español de la avenida Libertad y Perú.

La peluquería les proponía a los jugadores, cada sábado, un retoque en la cabellera antes de presentarse a los encuentros oficiales, casi como una cábala para que el resultado fuera favorable. Por aquellos sillones reclinables pasaron muchas glorias del fútbol local, como Carlín Morales, Roberto Santillán, Saseta, Lenhatz, Burgos –también “coiffeur” y papá de Germán, arquero de la selección nacional- y el ídolo aldosivista “Tito” Raimondi.

Sin embargo, Quindimil y Collazo, el otro “factótum” de esta obra, no dudaron en ir por más y hacer crecer el proyecto. A la concreción de un nuevo salón y terreno para el club, comentan algunos allegados de la época, viajaron a Buenos Aires con la firme intención de cimentar cambios en la vestimenta de los jugadores. Según fuentes confirmadas de la época, habrían mantenido una reunión con el talentoso creador “Paco” Jamandreu, quien los habría asesorado sobre posibles diseños para las casacas.

De aquella primera remera blanca lisa, salió del taller textil un nuevo modelo con un bastón central, de cuello a pantalón, en tono amarillo y una posterior idéntica a la selección brasileña, en combinación de verde y amarillo, emulando al conjunto carioca de Pelé y Garrincha. “Salían a la cancha y era un crisol de colores, como si el sol se posara sobre el césped”, se escribió en una crónica de la época.

En esos tiempos, el Atlético City disputaba su clásico, por cercanía geográfico – barrial, con el Club Hipódromo (cuyo “team” portaba ropa igual al Tigre de Victoria) y con el Club Social y Deportivo El Santo. Con el último nombrado, la rivalidad se extendió de lo deportivo al campo de la indumentaria. Portando un violenta extraído del arco iris, según la definición de sus propios fundadores, la entidad de Valentini y Lebensohn, supo arrebatarle la distinción de los mejores vestidos al City, en un torneo Ciudad de Mar del Plata.

Dos modelos causaron furor: la camiseta de estilo inglés, cuello rígido y abotonado, con dos bastones rojos sobre el costado derecho del pecho y bolsillo en misma tonalidad. Pero el diseño que se llevó todos los laureles fue aquel de color violeta, con vivos blancos y una s llamativa a la altura del corazón, que oficiaba de escudo del club. Con ese atuendo y la distinción en el tratamiento del balón, disputó palmo a palmo los campeonatos del fútbol barrial, con las instituciones más consagradas.

El City y El Sant, protagonizaron un clásico que se vivió entre reductos deportivos y tras bambalinas; es más, desde los laterales de juego, gentiles caballeros y agraciadas damas expresaban al verlos salir: “qué elegancia la de Francia”.

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“El club es el encuentro del barrio, no sólo deportivo, sino de lo social”.

Sigamos protegiendo la historia y el presente de estos clubes.

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