jueves 28 de marzo de 2024

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Sociedad

Investigadores marplatenses contarán con invernáculos de bioseguridad

Se trata de piezas claves para la innovación en la producción agropecuaria y que las actividades se realicen con medidas y normas de bioseguridad

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El CONICET gestionó la aprobación de un invernáculo en Mar del Plata con el fin de garantizar que las actividades que involucren Organismos Genéticamente Modificados (OGM) se desarrollen con las medidas y normas de bioseguridad correspondientes.

El organismo trabaja en garantizar que las actividades que involucren OGM se desarrollen de acuerdo a lo requerido por la Secretaría de Alimentos, Bioeconomía y Desarrollo Regional de la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (CONABIA), el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) y el Instituto Nacional de Semillas (INASE).

Para ello, la creación del invernáculo de Bioseguridad en Mar del Plata permitirá visibilizar el impacto de madurar diferentes tecnologías que se usan con vegetales y probar tecnologías a escala mayor para facilitar la transferencia de mejoras al sector productivo cuidando al mismo tiempo que el material genético cultivado dentro del invernadero no llegue al ambiente antes de cumplir pruebas rigurosas de bioseguridad.

El nuevo invernáculo de bioseguridad será utilizado por el personal del Instituto de Investigaciones Biológicas (IIB, CONICET-UNMDP) y funciona en las dependencias de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP). Cuenta con una estructura de aluminio y paredes rígidas, pisos de cemento categorizado como nivel 2 de bioseguridad. Ignacio Cerrudo, CPA del instituto, es el responsable del espacio y Ana Laxalt, investigadora principal del CONICET, unas de las referentes de la iniciativa.

Hablar de seguridad en términos biológicos o bioseguridad significa utilizar elementos de seguridad personales y prácticas de manejo de los organismos aprobados por los organismos nacionales competentes, siempre en ambientes cerrados, aislados del medio ambiente mientras se realizan las pruebas necesarias para determinar su inocuidad tanto para las personas como para el medio ambiente. Este tipo de invernáculos cerrados bioseguros permite realizar experimentos para aumentar la producción de cultivares a una mayor escala que en los laboratorios permitiendo que la transferencia de las tecnologías al sector productivo se logre con mayor fluidez y mejores y más rápidos resultados.

En el invernadero de Mar del Plata se trabajará en un principio con tomate y papa, seleccionando plantas obtenidas por edición génica, las cuales luego de un procedimiento se evalúa si contienen una nueva combinación de material genético y son reguladas como transgénico o como variedades con características agronómicas convencionales, beneficiando así al medio ambiente y al productor agropecuario.

Ana Laxalt explica: “En nuestro instituto trabajamos en transformación de plantas modelo de pequeño porte como Arabidopsis que luego se cultivan en cuartos de plantas preparados para tal fin. Nuestra trayectoria es principalmente en investigación básica y no ha requerido de ensayos en invernáculos habilitados para tal fin. En los últimos diez años, distintos grupos de investigación del IIB comenzaron con proyectos que requerían ensayos a mayor escala con organismos genéticamente modificados como la papa y el tomate, los cuales por su porte requieren otras condiciones de cultivo con mayor espacio. Para eso se planteó la necesidad de habilitar un invernáculo para tales fines y hoy tenemos finalmente tomates transformados con vectores que expresan la enzima para editar genes, y tomates ya editados en los genes de interés, los cuales ya no son considerados transgénicos”.

La obtención de estos tomates significa trabajo calificado tanto de estudiantes doctorales y post-doctorales y de personal técnico que de forma rigurosa y metódica generaron y caracterizaron distintas líneas de tomate trabajando bajo estrictas normas de seguridad. “Esto significa una responsabilidad enorme no solo al documentar distintas líneas sino también a la hora de descartar el material. Hoy tenemos la posibilidad de crecer con los tomates en el invernáculo habilitado, para producir frutos y semillas lo cual aumenta significativamente el número de líneas que podemos manejar y analizar, acelera el ciclo de vida del tomate y podemos obtener mayor número de semillas para analizar la generación siguiente y poder incrementar el número de individuos en los análisis fenotípicos de las plantas”, agrega Laxalt.

Según la investigadora, una de las necesidades más imperiosas que tienen los productores que cultivan tomate es contar con variedades que sean más resistentes a estreses bióticos como virus, microorganismos y hongos y estreses abióticos, como la sequía, sin perder la calidad y cantidad de frutos. A partir de las tecnologías de edición génica que permiten tener organismos no transgénicos pero modificados genéticamente, distintos centros de investigación en el mundo han obtenido tomates con resistencia a estos estreses. Asimismo, otros laboratorios han obtenido plantas con mayor rendimiento, con frutos sin semillas, con incremento de compuestos beneficiosos para el consumo humano, entre otros.

Los tomates editados se encuentran en etapa de aprobación de parte de la CONABIA para que se expida sobre si estos pueden salir al campo como organismos no-transgénicos. Cabe aclarar que Argentina, en el 2018 conjuntamente con Estados Unidos, Canadá y Australia, firmó una declaración en el marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC) para afirmar que los cultivares derivados de la edición del genoma deben regularse de la misma manera que cultivares convencionales.

Conjuntamente se planteó la preocupación sobre las restricciones comerciales que la Unión Europea pone a los organismos editados, considerados bajo la misma regulación que los organismos transgénicos (OGM). “Nuestra intención es inscribir los tomates editados como una variedad en particular y poder evaluar a campo su comportamiento con el objetivo de comercializarlos”, detalla Laxalt.

Es responsabilidad de la Gerencia de Vinculación Tecnológica la tramitación de los permisos regulatorios. Por ello, tras el trabajo coordinado junto al grupo de investigación, se concretaron las aprobaciones del invernáculo de bioseguridad tipo 2, las autorizaciones para el trabajo con los cultivos declarados y las solicitudes de evaluación de estas nuevas tecnologías.

Luego de las gestiones y presentaciones fueron aprobadas por la CONABIA dos líneas de tomate con menos susceptibilidad a los patógenos: Botrytis cinerea y Phytophthora infestans, obtenidos por edición génica con CRISPR. El desarrollo de los tomates editados es resultado del arduo trabajo de los y las investigadoras del CONICET, producto de la articulación entre este organismo y las oficinas regulatorias, demostrando la importancia de los acuerdos institucionales para la maduración y crecimiento de las tecnologías desarrolladas por las entidades públicas.

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