Por Federico Bruno
Para continuar, suscribite a Ahora Mar Del Plata. Si ya sos un usuario suscripto, iniciá sesión.
SUSCRIBITEPara continuar, suscribite a Ahora Mar Del Plata. Si ya sos un usuario suscripto, iniciá sesión.
SUSCRIBITEPor Federico Bruno
Mariana Gené y Gabriel Vommaro, doctores en Sociología por la École des hautes études en sciences sociales de París, publicaron su libro "El sueño intacto de la centroderecha y sus dilemas después de haber gobernado y fracasado" (Siglo XXI), donde analizan el origen, el ocaso y el renacer de Cambiemos —la coalición del PRO, la UCR y la Coalición Cívica— mediante un riguroso trabajo de investigación y más de 40 entrevistas a políticos y referentes del oficialismo y la oposición.
"Los peronismos del PRO", "Gualeguaychú, ¿el lugar donde todo comenzó?" y "El desafío de la salida del líder" son algunos de los capítulos donde se despliega un análisis cronológico de los albores del macrismo con sus versiones que llegan con chances de competir en 2023, en un escenario "incomparable" al de 2015, señalan Vommaro y Gené.
En diálogo con Ahora Mar del Plata, los autores anticiparon el trabajo que presentarán en una charla abierta este viernes en la ciudad, a las 17 horas, en el aula CUMB 6, del complejo universitario de Funes 3350, bajo la consigna "¿Qué chances reales tiene el sueño persistente de la centroderecha argentina".
No hay duda de que Juntos por el Cambio encarna hoy un proyecto de centroderecha vital, con candidatos competitivos y su sueño refundacional intacto. Con ese sueño asumió el gobierno en 2015, buscando barrer con el país peronista, pero se encontró con la Argentina real, sus actores y sus problemas. Este libro explica las razones profundas del fracaso del programa reformista que buscó una transformación económica y cultural del país y analiza cuáles son hoy las condiciones sociopolíticas para que una coalición de centroderecha oriente a la sociedad en el sentido que quiere. Si en 2015 el triunfo de Cambiemos tuvo mucho que ver con la moderación del discurso y la promesa de mantener muchas de las conquistas sociales del ciclo anterior, en 2023 notamos cómo crece la identificación con la derecha por parte de la sociedad y hasta qué punto las opciones de centro se ven tensionadas por los referentes libertarios, que corren cada vez más explícitamente el horizonte de lo que puede decirse y hacerse.
¿Qué chances tiene el sueño persistente de la Argentina liberal? ¿Qué aprendió Juntos por el Cambio de su paso por el poder? ¿Tratará de recuperar la lección de la moderación para buscar un consenso político, o de endurecer la estrategia para hacer lo mismo pero más rápido? ¿Qué resistencias puede encontrar un proyecto de desregulación económica, apertura de los mercados y disciplinamiento de los agentes sociales organizados y sus demandas redistributivas? Tras años de agotamiento social, ¿cómo reaccionarán los sectores más afectados?
Por primera vez en la historia del país, la derecha tiene innegable centralidad en el tablero político y electoral y sigue buscando su momentum para que los viejos sueños se hagan realidad. En una apuesta magistral de reconstrucción histórica y reflexión política, Mariana Gené y Gabriel Vommaro hacen un aporte imprescindible para entender cabalmente, en una época marcada por la polarización y el descontento creciente con las élites, qué límites y posibilidades tendría una coalición de derecha para poner en práctica reformas de gran alcance.
—Uno de sus entrevistados, al que definen como muy cercano a Mauricio Macri, les dijo "Cambiemos le ganó al peronismo, pero se encontró con la Argentina, sus actores y sus problemas". ¿Qué otros "errores de diagnóstico" hubo en ese entonces?
—Gabriel Vommaro: El PRO no nació como un partido antiperonista, de hecho, cuando tuvo su origen, que es más o menos el mismo momento que el Frente para la Victoria, el peronismo principal era el de Menem con el que tenía un muy buen entendimiento y mucha afinidad. Una de las cosas que se discutió entre los entonces socios De Narváez y Macri fue si ir o no con Menem en las presidenciales del 2003. Por esto, no hay en su nacimiento una necesidad de ser antiperonistas. Desde entonces el peronismo mutó y la posición dominante se volvió distinta; se fueron clarificando los espacios políticos en sentidos de peronismo o antiperonismo, en un sentido más claro de centroizquierda o centroderecha, y en ese reparto de cartas el PRO fue quedando del lado del no peronismo y de la centroderecha. Eso no quitó que a lo largo de los años, tanto formativos como en la actualidad, siempre el PRO haya buscado nutrirse de dirigentes y cuadros peronistas que hacen cosas que ellos no sabían o no querían hacer y que los comunican con electores a los que les cuesta más llegar. Siempre esto ocurrió de modo más subordinado, los peronistas primero lo aceptaron y después menos, ser piezas de un armado en el que incidían poco. En el encuentro con el radicalismo y la Coalición Cívica fue que se terminó de moldear el componente antiperonista, pero el discurso de Macri es una especie de añoranza de un peronismo conservador que sería algo en lo que podría devenir si, en sus palabras, 'se sacara al kirchnerismo de encima'. Es una idea extraña pero también la pregonan algunos de los peronistas que llegaron al PRO como Miguel Ángel Pichetto, que nos recuerdan que el peronismo cobijó sectores conservadores en toda su historia. Y en los años noventa fue 'el gran partido del orden' que llevó adelante políticas conservadoras parecidas a las que pregona hoy el PRO.
—Mariana Gené: Lo que dice nuestro entrevistado es que los actores reales con los que tiene que negociar un posible gobierno de derecha o con quienes debería negociar Juntos por el Cambio si volviera a gobernar no se agotan con el peronismo. Empresarios, otros sectores de poder o movimientos sociales no cercanos al peronismo tienen demandas que van a hacer valer y pesar, y que pueden ser un obstáculo para el modo en que Cambiemos o el macrismo piensa sus proyectos de reformas.
—¿Por qué Emilio Monzó decidió no renovar su banca en diputados y tomó distancia del PRO?
—MG: Los peronistas en Cambiemos tomaron un rol muy importante a la hora de armar la coalición, conseguir candidatos y darle alcance nacional al PRO, y después en el poder también hicieron ese trabajo político de hacer negociaciones y llegar a acuerdos importantes para la votación de algunas leyes que eran claves para el gobierno. No obstante, tuvieron un lugar muy deslucido en términos de definición de la estrategia. Estaban muy circunscriptos a ese trabajo de mediadores y hacedores de una política que se decidía en otro lado. Ellos deseaban intervenir en la estrategia que para ellos suponía agrandar la coalición política, tener una negociación que incluyera a ciertas partes del peronismo, a ciertos gobernadores incluirlos dentro de la coalición en vez de negociar con ellos ley a ley. Y esos vínculos se fueron tensando, mientras sus ideas no fueron aceptadas por el círculo íntimo de Macri ni por Macri. Había un fastidio en esa relación que fue dejando en un lugar incómodo a esos armadores peronistas. Por eso Monzó anunció que no iría por la reelección generando un ruido en su momento y aún hoy cuando sigue dentro de Cambiemos está dentro de otro grupo donde espera que se valore mucho más su trabajo.
—¿Qué le sumó en términos reales a un partido centenario como la UCR sumarse a Juntos por el Cambio? Además del "saldo positivo" que destacaron algunos de sus dirigientes.
—GV: Esa es una conclusión que sacaron los actores que entrevistamos para el libro. Lo que nos pareció llamativo fue que todas las personas con las que conversamos, sean ellas favorables al acuerdo con el PRO o no, dicen que fue un buen negocio en términos de supervivencia del partido. En especial aquellos que se consideraban herederos de Alfonsín y sentían cierta lejanía programática con Macri reconocieron que esta alianza les permitió salir de la insignificancia política, sortear el riesgo de la extinción del partido y volver al poder después de casi 15 años. En ese período hubo un desierto árido y difícil donde fracasaron muchos intentos de hacer otras cosas hasta que funcionó Cambiemos y permitió que el radicalismo pudiera volver a colocar a sus cuadros en la función pública y tener un lugar más relevante en la conversación política.
—¿Elisa Carrió y la Coalición Cívica se sumaron como simples veedores de ese acuerdo o con ambiciones de poder?
—MG: Elisa Carrió anunció antes su alianza con Macri que el radicalismo, que tuvo que afrontar un proceso de convencimiento, porque la Coalición Cívica siempre estuvo más centrada en su liderazgo y el magnetismo que genera en los estudios de televisión y en lo que hacía en las sesiones legislativas. Al llegar más liviana de equipaje, Lilita no dudó en expresarse en momentos críticos en contra del gobierno, a veces por medio de Twitter, en medio de la negociaciones por la ley de blanqueo de capitales o la reforma previsional. Estuvo y funcionó con un papel que le queda muy cómodo y cumple con eficacia pero no creo que haya tenido un rol veedor.
—Macri dijo que haría lo mismo pero más rápido pero tiene posiciones antagónicas por ejemplo con Aerolíneas Argentinas y una eventual privatización.
—GV: El PRO tuvo un evitamiento de los temas económicos en los primeros tiempos con una agenda más optimista y ecuménica cuyas ideas se fueron desplazando primero por el intento de una agenda mucho más explícita de reformas y después por una idea hacia el final del mandato de que había bases para consolidar un proyecto de centroderecha más explícito, más abierto y con menos eufemismos. Esa fue la lección y el balance que saca Macri de sus cuatro años de gobierno. Las marchas de 'Sí se puede' son una especie de corroboración de que hay un pueblo macrista, de centroderecha, movilizado y un 40% del voto que acompaña esa opción inclusive después de un mal gobierno. Con eso saca las conclusiones Macri de hacer 'lo mismo más rápido' y que el próximo gobierno tiene que estar más definido, avanzar más fuerte con las reformas, con eso coincide con el diagnóstico de Patricia Bullrich. Esas son las tensiones que hay dentro del PRO, que dejó de ser un partido verticalista, monolítico, centrado en la figura de Macri, y hoy es un partido con una competencia interna por la sucesión de Macri y en ver cómo se reconfigura ese debilitamiento del centro. Antes había debates a puerta cerradas pero hoy los vemos en los medios, donde Larreta, Bullrich y hasta el mismo Macri discuten qué hacer con la sombra de Milei, que amenaza con llevarse a sus votantes más ideológicos, y con el radicalismo que sugiere que podría no apoyar una radicalización programática, en un contexto donde la derecha ganó espacio tanto discursivamente como a nivel de votantes y hay cosas que se pueden decir en la actualidad con una soltura distinta a otros contextos.
—¿No se puede escindir el contexto de las presidenciales del 2023, con un avance global de posiciones de extrema derecha?
—MG: 2015 y 2023 plantean escenarios muy diferentes. El momento en que llegaba al poder Macri, cuando ganó de modo muy ajustado, era el final del kirchnerismo y el desgaste de esos gobiernos pero también un contexto donde muchas de sus conquistas y los derechos sociales que habían provisto tenían mucha popularidad y esa trabajada moderación tenía un sentido. Pero ahora hay opciones de derecha mucho más radicales y esos discursos se apoyan en un tiempo largo de crisis, frustración, un contexto inflacionario, y promueven algunas soluciones drásticas que son más decibles que antes. El libro sin embargo se pregunta cuánto son de factibles de aplicar.