La calma que Leonel Scaloni logró desde mediados de la Copa América de Brasil impacta. Momentos difíciles y ahí está, tranquilo, casi inmutable. Ni lo goles decisivos grita cuando a su alrededor todos es locura o llanto de alegría.
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SUSCRIBITELa calma que Leonel Scaloni logró desde mediados de la Copa América de Brasil impacta. Momentos difíciles y ahí está, tranquilo, casi inmutable. Ni lo goles decisivos grita cuando a su alrededor todos es locura o llanto de alegría.
Con esa misma mesura, tranquilo y pidiendo permiso a personal de seguridad, subió las escalinatas y cuando se creía que pretendía fundirse en abrazo con hinchas que estaban detrás de los bancos de suplentes, marcó con el dedo a alguien y pidió que le abran paso.
Era su hijo, con una bandera argentina en la mano y una sonrisa inmensa, que lo abrazó en un enorme gesto de ternura. Se mantuvo durante segundos para luego caminar hacia el banco de suplentes y sentarse en el lugar donde su papá siguió el partido. Y qué partido.
Tanta felicidad que se rompía por algún lado. Y llegó por el lado de las lágrimas del nene. Celebración compartida de padre e hijo. Había motivos. Ojalá haya más.